El empate sin goles en casa contra el Cartagena supo agrio, pero los resultados de la jornada acompañaron para seguir manteniendo la distancia y restando un partido menos.
Era difícil salir el sábado de Butarque con algo positivo tras «dejar escapar» dos puntos frente a un Cartagena peleón (con el sello de Iván Calero por bandera) y que pudo ser aun peor si los dos disparos a los palos de los visitantes hubieran entrado. Entre las vacaciones de Semana Santa, el viento y la lluvia, el planteamiento de Borja, el acierto frente a Lizoain, la pasividad de Ais Reig y mucho pepinero suplente en la grada, todos esos factores hicieron que nada le saliese a un Leganés que tendrá que seguir rascando fuera para seguir gestionando su ventaja.
Es sencillo referirnos a 2016 cuando vemos al Leganés luchando por el ascenso a Primera División y los paralelismos están servidos. En aquel entonces todo lo que parecía asequible en casa se terminó convirtiendo en un inconveniente. No se ganó al Numancia y se perdió con Tenerife y Huesca. Los muebles se salvaron con un empate milagroso con diez ante el Nàstic y una victoria intersemanal contra el Oviedo, dos feudos con los que nadie contaba rascar nada, por eso el punto frente al Cartagena tiene que hacerse fuerte combinándolo con otro resultado.
Aunque escenario nos queda lejano en el tiempo, el periódico del día nos dice que son seis puntos la ventaja con respecto al tercer clasificado: el Espanyol. Una ventaja asumible que dentro de dos semanas tendrá que ratificarse en Butarque, pero antes de ese partido trascendental, en el que los barceloneses vendrán a tumba abierta, queda la visita al Huesca este próximo domingo. La calma que brinda todo lo positivo está servida, pero la presión por ir líderes, y que muchos de los perseguidores quieren una plaza que llevas defendiendo durante más de media vuelta, genera una tensión con la que hay que saber lidiar.
Once Leones 
