Cuestión de educación

El huracán de racismo que ha sacudido todas las tertulias e informaciones deportivas derivadas del incidente de Vinicius en Mestalla del pasado fin de semana nos hace replantearnos muchas de las cosas que pasan en un estadio.

El aficionado de deportes individuales suele seguir el juego o a un jugador/a concreto/a que una vez se retira del circuito puede sustituir por otro en activo. En los deportes colectivos y que incluyen equipos esto es diferente. El aficionado siempre queda ligado a unos símbolos (escudo, camiseta o himno) y los que pasan son los dirigentes, jugadores o entrenadores. También difiere en la localización, ya que en los primeros será difícil ver en vivo y con regularidad sus andanzas, mientras que en los otros, el sistema de liguillas con partidos fuera y en casa hace que el hincha tenga más contacto regular con el deporte.

Y ahora llega el análisis profundo que debemos hacer todos y cada una de las personas que vamos a un estadio de fútbol. De forma individual animamos a un equipo a la par que podemos expresar nuestro malestar. Hemos avanzado mucho como sociedad desde comportamientos tan incívicos como avalanchas producidas por ver el encuentro de pie hasta la instalación de cenefas en las vallas para evitar saltar al campo pasando por proferir insultos racistas, homófobos, xenófobo o de carácter religioso como el que da los buenos días.

La educación forma parte también de esto. Enseñar y educar en los centros educativos y en casa es primordial y reprobar comportamientos que se pueden adquirir en los estadios es obligatorio para toda la sociedad. Pero eso se nos queda vacío si no se consigue y las instituciones y los órganos competentes no hacen nada por remediarlo, por lo que este tema seguirá el mismo proceso: horrorizarse, hablar y olvidar. Expulsar de los estadios a aquellos energúmenos que no tienen cabida en nuestro deporte debe de ser primordial y se deben de habilitar todos los mecanismos posibles.

Es difícil dar con un equipo profesional que no tenga en sus filas jugadores de color, religión u orientación sexual diferente a la del grueso de sus aficionados. Viendo la alineación del domingo del Leganés, esta vertebración era más que latente con África representada por Omeruo, Neyou y Cissé (del que ahora hablaremos) junto con Qasmi, de raíces magrebíes. Incluso dentro de nuestro país también hay esta riqueza social con jugadores vascos como Undabarrena, asociados erróneamente al terrorismo durante décadas.

Porque el fútbol también tiene cosas buenas y en un mismo fin de semana dos personas de color han vivido situaciones diametralmente opuestas. Seydouba Cissé llevaba dos años sin ver a su madre y tenía un sueño: que ella presenciase un partido en Butarque. Desde Jeff Luhnow hasta su agente pasando por todos los trámites burocráticos hicieron posible el reencuentro. El guineano es parte de la red multicultural en la que se ha convertido el fútbol actual que indistintamente por su color de piel, orientación sexual o credo disfrutan de una pasión que no siempre recibe el respeto correspondiente desde la grada.

Publicado por crustinha

Mis colores: CD Leganes, RC Deportivo de la Coruña, Genoa CFC. Colaborando desde 2009 en la revista Sentimiento Pepinero. Pasé 10 pedazo de años en Hora Blanquiazul.

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